Yo ví a los Stones cuando vinieron al Centenario.



Foto: kristel Latecki 

El recital de los Rolling Stones marcó el concierto musical más importante del Uruguay. Miles de uruguayos vibraron en el estadio y disfrutaron a sus majestades mediáticas.

Toda la expectativa acumulada de ir a un concierto histórico se convierte en pura realidad cuando te das cuenta que lo que haces es mirar las pantallas enormes o filmas con tu celular una canción entera. 

Es tanta la tentación tecnológica en comparación con la posibilidad real de la experiencia que terminamos mediatizados. Solo el asombroso sonido salva nuestras expectativas porque increíblemente los Stones siguen sonando bien.

La posibilidad real es que estas lejos del escenario, a menos que hayas comprado una entrada ridículamente cara. Perdemos todo el rock cuando una entrada vale 20 mil pesos. Y bueno te tocó cancha o tribuna, es lo mismo, estas lejos. Ves unos tipitos chiquititos moverse, les ponen colores brillantes para que puedas diferenciarlos pero eso si el escenario es imponente. Si medís más de un metro setenta  de seguro tenés un nabo adelante intentando sacar una foto con su mano levantada a un metro noventa, minga! vas a ver.

Entonces nos entregamos a una experiencia tecnológica audiovisual impecable. Veo el recital a través de una mega pantalla. Me saco fotos de que estuve ahí  y la mayoría bailamos menos que Jagger arriba del escenario con setenta y pico. Se transforma en una especie del DVD más caro de música que ví.

Y el rock que queda solo vive en el sonido, se fue lavando con los años. Como el Che Guevara que se transformó en el icono de una bandera de fútbol. Las botellas de Johnnie negro en la fila para entrar, las remeras nuevas, la gente que canta solo los estribillos fue el mejor ejemplo de algo que ya no es.  Pero la pasamos bien porque vamos en familia y nos sacamos muchas fotos.

Y pienso como hacían en Woostock donde había medio millón de personas y no había pantalla gigante. Claro la gente tomaba ácido y bailaba y realmente a la mayoría no le debía importar ver. Querían bailar (es decir escuchar), liberarse, desnudarse, hacer el amor en la mitad del campo. Pero hoy eso nadie lo quiere. Nadie se desnuda hasta perder el control (me refiero simplemente dejarse llevar por la música) todos exigen ver que es lo que ocurre en el escenario. Las puestas en escena son más complejas hay fuegos artificiales fuera del estadio, hay un guion marcado: comienzo bien arriba, armónica, palabras en español, canta Richards mientras Jagger bebe agua, Jagger le saca el pucho a Wood y lo tira, canta la morocha imponente, cierre, volvemos con el coro y nos vamos cuando ves a los plomos desenchufar los cables. 

Todo está pensado no hay sorpresas nada sale de lo estipulado. Mick dejó de cantar a las 23 en punto como un lord inglés.

Es como ir al Hard Rock Café y pensar que ahí vive el Rock. Mi Rock and Roll fue algún concierto cuando era adolescente en un antro caluroso donde la saliva del cantante te llegaba a la cara. Ver a los Rolling en 2016 fue una linda experiencia mediática de algo que parecía contracultura y el sistema lo incorporó y creo estos magníficos eventos parta toda la familia.


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