Nuestra distopía visual

 



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Nuestra distopía visual


Las nuevas herramientas visuales de Inteligencia artificial (IA) plantean debates candentes sobre tópicos antiguos. La creatividad del ser humano, la autoría, la verdad, lo real, la muerte de algunas formas visuales, el desempleo, la ética.

Es necesario establecer ciertas reflexiones en torno a estas herramientas visuales que nos ponen de cabeza.

En primer lugar, estos modelos reproducen los intereses del sistema en el que están parados, hablamos de la sociedad de consumo y el modelo capitalista de producción y obtención de servicios globalizados. Los viejos modelos de representación parecen ya no servir en un aceleracionismo deseado por la constante búsqueda de dinero.

Reuters concluye que casi un tercio de las empresas ya usa IA y 40% ha probado algo en ese sentido. Se espera una mayor explosión de contenidos semiautomatizados en los próximos meses y años por venir. Es la nueva tecnología usada para un sistema de consumo. Un régimen escópico donde el deseo de la mirada siempre encuentra lo que desea.

Pero la IA no es magia, el etiquetado de las imágenes con las que entrena es realizado por humanos. Este etiquetado se hace desde países periféricos como Kenia, Venezuela e India pagando 2 dólares la hora, son trabajos precarios y mal pagos.


Creación Ex nihilo

Esta tecnología que nos afecta tanto es algo que ya está entre nosotros hace un tiempo. Los celulares, Google, el surveillance, la famosa Big Data son sistemas que utilizan algoritmos para mejorar la experiencia y recabar información de los usuarios.

Esto quiere decir que la forma de alimentar esta tecnología no surge de la nada sino que es, en el caso de la AI visual, a través de otras imágenes que van siendo etiquetadas con palabras. La imagen y el texto de su etiqueta se transforman en una imagen mental al igual que las que existen en nuestro cerebro. El texto puede ser más de una palabra porque las imágenes son polisémicas y por lo tanto una imagen puede significar diferentes cosas.

Como sugiere la investigadora Joanna Zylinska hablamos de un modelo limitado de creatividad. Los resultados siempre serán los esperados y decodificados por seres humanos y como tal no plantea ningún tipo de creación relevante en lo estético.

Estas precargas de información pueden reproducir estéticas ya existentes y estereotipos sexistas y racistas. Palabras como colegial y colegiala son un claro ejemplo de esta tendencia.

Desde la Universidad de Columbia la artista Minne Atairu, realizó un proyecto con IA llamado “Estudio de trenzas rubias” donde intenta desorientar a los programas productores de imágenes en relación a estereotipos de identidad afrodescendiente.

Esta base de datos de imágenes también tiene problemas de derechos de autor y propiedad intelectual. Algunos artistas se están quejando de que su arte aparece en las imágenes creadas por la IA. Hay un gran vacío legal en este aspecto.


¿Una máquina puede ser creativa?

Esta pregunta se responde un poco en el texto de arriba. Por el momento estos programas utilizan bancos de imágenes y palabras. Pero la pregunta tendría que ser, a la luz de estos acontecimientos, si la creatividad humana es tan cierta. Digo porque una máquina con un par de órdenes e imágenes pinta un Van Gogh. La intención es cuestionar dónde está el límite entre las formas de inteligencia humana y no humana.

La exploración de estas herramientas por fotógrafos y artistas visuales es idéntica a la utilización de la fotografía por pintores en el siglo XIX y luego la manipulación plástica y la postfotografía. El purismo en los medios visuales es un camino, en general en el arte contemporáneo la fusión de medios y técnicas es la tendencia del siglo presente, las vanguardias de los años 20 del S. XX ya experimentaba mezclando técnicas.

En Uruguay los fotógrafos y artistas como Martin Perez o Julio Pereira utilizan esta herramienta de forma creativa para plantear temas como la reforma jubilatoria que marca la agenda noticiosa de este año. La herramienta está al servicio de ideas complejas, de mundos posibles en manos de artistas visuales capaces de comprender sus posibilidades.

Como explica Zylinska en su libro “AI Art: Machine Visions and Warped Dreams”, debemos pensar una historia del arte post humanista donde sea explícita la presencia de elementos no humanos en toda obra de arte y dejar a un lado el concepto humanista del artista genio iluminado del renacimiento con un don único e inigualable.

Quizás este nuevo pasó tecnológico nos permite preguntarnos para qué sirve el arte, quién lo genera y para quién?


El fin de la línea temporal

El poder para reescribir el pasado e ilustrar el futuro es otra de las distopías de la IA. Este debate quizás es el más complejo ya que una de las principales características de la humanidad es resguardar su memoria y atesorar su pasado. Si a partir de ahora esto se modifica, la identidad de la humanidad está en juego. Es algo así como vivir en la novela 1984 de George Orwell donde el estado tenía la capacidad para hacer desaparecer documentos del pasado.

Las imágenes del presidente Macron llevando la basura, el Papa con una campera de rapero o Trump arrestado ponen en jaque los sistemas democráticos que en parte se basan en la información, la prensa como cuarto poder (a veces al servicio de) como medida de contralor de los poderes del estado y la corrupción. En esta nueva realidad los contenidos noticiosos son vulnerables y poco verosímiles.

En este momento algunos intelectuales y científicos escribieron una carta para detener el avance de esta tecnología que es incomprendida incluso por quienes la diseñan. Este tema alimenta la preocupación sobre la aniquilación de la especie humana que siempre es la aniquilación de occidente.


La tecnofobia o el prompt engineering

Siempre tememos a lo desconocido, a lo que no somos. En el mundo laboral la tecnología ha marcado durante varios siglos la desaparición de oficios y tareas realizadas por humanos a la vez que surgen otras necesidades y otras oportunidades que caracterizan los nuevos tiempos.

¿Cuál es el futuro del fotógrafo en la era de la fotografía inteligente?

Esta es la cuestión que preocupa a los fotógrafos hoy pero también fue la de los fotógrafos de estudio con la aparición de las cámaras compactas, a los analógicos con las réflex digitales, la de los digitales cuando llegaron los celulares.

El debate planteado por Umberto Eco en 1960 entre apocalípticos e integrados surge cada vez que algo nuevo asoma pero el punto nunca puede ser o una cosa o la otra. Lo actual viene para quedarse, si renegamos de ello (que tenemos todo el derecho) seremos unos anacrónicos.

Para algunos fotógrafos el problema radica en creadores de imágenes sin ética que pasan gato por liebre, otra vez la responsabilidad es de los usuarios no de la tecnología en sí. Para esto el fotoreportero tiene la posibilidad de hacer explícitas que sus imágenes son tomadas en campo. Desde mi punto de vista la regulación que estudia la Agencia Magnum sobre generar una marca para imágenes hechas por IA es algo complejo. Una empresa titánica, quizás porque en el futuro serán mayoría las imágenes manipuladas y los canales de difusión ilimitados y el espectador siempre dudará de toda imagen que perciba. Entonces lo que hay que destacar en mi opinión son las imágenes que si son realizadas en campo por un fotógrafo de carne y hueso. El trabajo del fotógrafo no es solo su imagen, es toda la investigación previa, es el contacto con lo fotografiado que de alguna manera se refleja como un crisol en las imágenes finales elegidas.

La IA libera al fotoperiodista de ilustrar notas pudiendo entonces dedicarse a fotorreportajes de investigación y donde la relación del fotógrafo y lo fotografiado sea más profunda. Ahí su mirada personal está potenciada. Trabajos a largo plazo que requieren más de una imagen para comprenderse y donde hay un compromiso y un involucramiento del profesional a cargo. Claro que para eso el fotógrafo necesita muchas veces presupuestos que los medios en crisis parecen no poseer.

Para algunos estas imágenes no son fotografías. La definición de fotografía es muy discutida y depende de qué especialista está hablando. No es igual para un semiólogo, para un investigador de cultura visual o para el fotógrafo. Lo cierto es que su ontología ha cambiado. Para el semiólogo francés Roland Barthes la fotografía era una huella, algo que alguna vez estuvo delante de la cámara, una definición muy estructuralista. Con lo digital esta definición ontológica no logra sostenerse más porque la imagen ya no es física química sino digital a través de píxeles modificables.


El test Voight-Kampff

En el libro Homo Videns el investigador italiano Giovanni Sartori titula un capítulo; “También la imagen miente” refiriéndose al poder de la imagen en los medios de prensa para generar credibilidad en su discurso. Lo que es seguro es que la imagen miente o si se quiere dice parcialmente la verdad. Esto sucedió desde que existen imágenes, no ahora.

Desde el momento que se decide un encuadre. El propio aparato fotográfico (su ingeniería responde a un momento de la ciencia) ya es un sistema sofisticado que condiciona cómo capturamos lo que vemos. Por este motivo es que necesitamos entender cómo se generan y por qué, dónde aparecen y quienes las difunden.

Las imágenes nos mintieron desde las cavernas porque nunca son lo que representan. Sin embargo, nosotros solemos poner la representación en el lugar de lo representado y caemos en la trampa. La trampa se produce por una confusión perceptiva entre la percepción de la cosa en sí y la percepción de su imagen.

Las nuevas generaciones ponen en duda las imágenes a las que se enfrentan porque desde la performatividad de sus tomas (selfies, celu en mano con parte del cuerpo) tiene la posibilidad de distorsionar o generar velos que le quiten la tristeza de lo real. Cuando una persona se toma un selfie y se pone un filtro está viviendo en carne propia esa experiencia de modificación.

En la película Blade Runner para diferenciar a un replicante de un ser humano es necesario utilizar el test Voight-Kampff una especie de polígrafo que mide funciones corporales como el sudor o el ritmo cardíaco, esta es la única manera de reconocer a la máquina del ser vivo.

En el mundo real no contamos con esta máquina por eso necesitamos una educación crítica y reflexiva.

Formar a los espectadores en cultura visual y estrategias de información. Comparar medios, leer más de una fuente, salir de los círculos que piensan igual que nosotros, leer. Son caminos para enfrentar los engaños.


Conclusiones

  • Las tecnologías y el ser humano conviven desde los orígenes. El lenguaje es una tecnología al igual que el pincel y la cámara de fotos. La IA es una evolución más.

  • Como herramienta su peligro radica en el uso (aspecto ético) no en sí misma.

  • Una de las principales urgencias, ya desde la aparición de las redes sociales, es una educación de medios visuales. Como receptores de imágenes debemos educarnos sobre qué es lo que estamos viendo. Entender cómo funciona, chequear fuentes, conocer la historia de las imágenes en la cultura.

  • La pregunta si esto es bueno o malo es obsoleta en primer lugar porque la IA no tiene marcha atrás.

  • La AI no mata al fotoperiodista, lo libera como alguna vez liberó al pintor de la representación fidedigna de la realidad.

  • La IA permite como dice el semiólogo francés, Phillips Dubois, imaginar “mundos posibles” algo que no puedo saber si es real pero donde ese ya no es el punto.

  • Las imágenes creadas por IA pueden reescribir historias visuales desde los feminismos, la decolonialidad e ilustrar el futuro desde un presente. Las imágenes y la historia siempre son una construcción, un discurso, una visión de muchas.

  • Las fotografías pierden su valor como pruebas documentales. Como testimonio del pasado. En este aspecto cambia su ontología.

“¡Desde hoy la pintura ha muerto!" Estas fueron las palabras de Paul Delaroche, pintor francés luego de una demostración de daguerrotipos en 1839. Sin embargo la pintura poco a poco entendió que ya no tenía que ser fiel reflejo de la realidad y liberó su mano a corrientes más expresionistas y subjetivas.

La fotografía deberá descubrir los nuevos caminos en su corta vida de ahora en más con estos cambios ontológicos en ciernes.



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Comentarios

  1. Hola Martín, soy Pablo Tedesco, te felicito por este articulo, super interesante, se ve que estudiaste muy bien el tema y estoy totalmente de acuerdo contadas las conclusiones, sobre todo en los dos primeros puntos, saludos.

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